miércoles, 19 de mayo de 2010

Ramón Gallegos, segunda parte

    En 1977 contaba con 17 años de edad y estudiaba en la preparatoria de Jalisco de la Universidad de Guadalajara, al igual que otros jóvenes de la época estaba lleno de preguntas fundamentales sobre las circunstancias de mi vida y sentía una gran necesidad de orientación y esclarecimiento sobre el mejor rumbo que debía seguir mi existencia, estas y otras inquietudes desafortunadamente no encontraban eco en el currículum académico de la preparatoria, muchos sentíamos que las cosas verdaderamente importantes y urgentes de nuestra vida no se analizaban en la escuela, los asuntos que nos preocupaban y necesitábamos aclarar no eran tema en el salón de clases, los profesores eran totalment inconscientes de nuestras necesidades, metas y prioridades humanas, estaban totalmente condicionados por los contenidos curriculares teóricos y su compromiso se reducía a transmitir un conjunto de información académica, fuera de eso no encontraban otra cosa que fuera parte de su trabajo, no veían un motivo por el cual debieran establecer un dialogo sobre nuestras vidas humanas, nuestras vidas simplemente no eran importantes, lo único importante era que contestáramos correctamente la prueba escrita estandarizada de cada semestre llamada examen, solo éramos un numero, una estadística, un recipiente a llenar de información, la educación se reducía a un entrenamiento de la racionalidad instrumental, un reduccionismo a lo académico, a lo cognitivo, a lo disciplinar, era una educación desconectada de la vida real, de la vida tal como la vivía, era una educación árida, deshumanizada, irrelevante, la típica educación mecanicista que todavía hoy prevalece en la mayoría de las escuelas, donde el ser humano como tal simplemente no existe. En este ambiente educativo mecanicista vació de significados, clamaba por encontrar un espacio esclarecedor que llenara de sentido trascendental mi vida y me permitiera continuar mi camino espiritual.

    

    A diferencia de mi infancia en California donde el ambiente contracultural me nutria significativamente el ambiente de la preparatoria de la Universidad de Guadalajara era irrelevante, conservador y mecanicista, no tenia encanto, era muy aburrido y estaba dominado por una filosofía materialista. La ideologización política que en ese tiempo la universidad trataba de implantar no se relacionaba con mi realidad y por lo tanto no me satisfacía en lo absoluto, no tenia sentido, la veía como artificial, patológica y ajena a mi naturaleza. En 1977 de los seis días que íbamos a la preparatoria uno lo dedicábamos a actividades de desarrollo de la comunidad, pero en realidad era un día en que recibíamos clases teóricas de marxismo, los profesores eran militantes de agrupaciones de izquierda radicales, que convertían la clase en un adoctrinamiento y donde no había derecho a replica o a exteriorizar los propios puntos de vista, las verdades marxistas eran incuestionables y si alguien se atrevía a dudar era tachado de imperialista, burgués o reaccionario esto se remataba diciendo que habíamos leído mal a Marx, el indicador de que habíamos echo una buena lectura era cuando ya no lo rechazábamos, leerlo bien era aceptarlo. El adoctrinamiento era muy grotesco y generaba un gran rechazo en los estudiantes. Para mi era una situación muy extraña, si bien había crecido en California en un ambiente multicultural y tolerante era ajeno a la idea de imponerles ideologías a otros cualquiera que estas fueran, me parecía algo violento y cruel, se violaba la libertad de las personas para decidir sus creencias, mi convicción era que ninguna universidad tenia derecho a imponer una ideología política única a los estudiantes, por otro lado sentía que la filosofía materialista de la universidad no satisfacían en nada mis necesidades de encontrar sentido existencial y guía espiritual genuina.

    La irrelevancia de la educación en la preparatoria con su visión del mundo sobrepolitizada, academizada y materialista hizo que siguiera buscando en otra parte respuestas a mis interrogantes existenciales más urgentes, así continué mi búsqueda espiritual que había iniciado en mi infancia. En 1977 Guadalajara se había convertido en un gran centro de movimientos espirituales alternativos que atraían a muchos jóvenes que no encontraban satisfacción en la visión materialista de la universidad ni en las visiónes dogmáticas religiosas, yo respetaba a ambas pero no me satisfacían, sentía que no eran para mí, había seguido leyendo filosofía oriental y recientemente también psicología, especialmente la obra de Erick From y Carl Jung, sus mensajes me parecían aceptables, sentía que por lo menos apuntaban en la dirección correcta.


 

Un día unos amigos de la preparatoria me invitaron a unas platicas que unos colombianos que acababan de llegar a México estaban ofreciendo, me dijeron que hablaban de filosofía oriental combinada con cristianismo y con los mitos de los chamanes indígenas de mesoamérica, que eran misioneros de una extraña religión y acababan de empezar su proselitismo en México aunque el jefe de todos era mexicano, en Guadalajara acababan de poner la primera escuela así que era algo muy novedoso, una noche asistí a las platicas de los misteriosos colombianos y descubrí que se trataba del movimiento gnóstico, entre el publico era notable la asistencia de adolescentes y jóvenes que buscaban desesperadamente un punto de referencia que ordenara sus vidas, tal era la necesidad de encontrar orden interno que ha muchos no nos importaba buscarlo hasta en los lugares mas fantásticos que se pudieran imaginar. Era claro para los jóvenes que estábamos allí que el impulso hacia la trascendencia no había sido reprimido por la ideología materialista, la iglesia católica, las discos que en ese tiempo estaban de moda, ni el hedonismo del placer de los sentidos. Si bien la sexualidad era sana y disfrutable no calmaba en nada la congoja espiritual de verme separado de lo divino, nada de lo que la sociedad ofrecía y que funcionaba con otros adolescentes para olvidar y reprimir la búsqueda de lo divino había funcionado conmigo, así que allí estaba, a mis 17 años buscando en este movimiento "New Age" alguna pista, algún claro, alguna luz que fuera una alternativa para abrazar a aquel Ser universal, aquel absoluto que había vislumbrado desde niño.


 

¿Que puede hacer un joven de 17 años en una sociedad materialista que rechaza al Ser? la respuesta es buscarlo en los espacios entrecerrados de dicha sociedad, así que junto con otros adolescentes empecé un encuentro con aquellos grupos que anunciaban ser una alternativa espiritual. Estuve un año conociendo las extravagantes fantasías y supersticiones de los gnósticos de los cuales me aleje rápidamente, después de lo cual inicie una larga peregrinación visitando y conociendo diferentes escuelas alternativas, entre ellas la Gran Fraternidad Universal, los rosacruces, los Krishnas, los católicos, los masones, los budistas, los taoístas, los médium, el cuarto camino, el tantra, el kundalini yoga, los ovnis, el tarot, la cabala, la teosofía, los chamanes, etc, etc, etc. Durante dos años de los 17 a los 18 me dedique a buscar en estos lugares orientación o apoyo sobre cual era mi identidad y así terminar con la insatisfacción que me embargaba. Toda esta sopa esotérica tan peligrosa que revuelve lo prepersonal con lo verdaderamente transpersonal se hubiera evitado, si en la preparatoria hubiera tenido un espacio humano donde los jóvenes pudiéramos conocernos a nostros mismos con la guía de una visión integradora, sentía necesidad y urgencia de indagar seriamente sobre el sentido de mi identidad profunda, pero la preparatoria no estaba interesada en la humano, era un espacio exclusivamente académico e instrumental totalmente deshumanizado que solo buscaba revestirnos con habilidades técnicas y cognitivas, solo veía la mitad del cerebro pero no el corazón humano.


 

Afortunadamente no me convencieron ninguna de las escuelas esotéricas que había conocido, hay una frase budista que dice "donde hay seres humanos encontraras moscas y budas", efectivamente donde hay grupos humanos se puede encontrar lo peor y lo mejor del ser humano, en estos lugares encontré muchos charlatanes, mucha gente ingenua, mucho desconocimiento de la gente que dirigía estos grupos, mucha gente que solo rascaba la superficie y buscaba distraerse con algo que fuera misteriosos pero sin interés profundo por la espiritualidad, pero también encontré algunos pocos buscadores espirituales sinceros y genuinos. En ese tiempo ya conocía lo suficiente para diferenciar si una enseñanza era seria o era una distorsión regresiva, una desviación de la genuina filosofía perenne, la necesidad de buscar en estos grupos se extinguió de manera natural y deje de visitarlos, pero al mismo tiempo se acrecentó mi sed espiritual por la verdadera trascendencia. Salí de esa etapa sin ningún daño, pero muchos de mis amigos quedaron atrapados en algunas de ellas abandonando la escuela o la familia y dañando tristemente su vida. Cuando un adolescente no encuentra asesoria educativa para ordenar su vida generalmente termina dañado, descarriado o perturbado, la formación académica que generalmente es lo que ofrecen las escuelas de nada sirve para encontrar sentido existencial, los contenidos académicos no pueden nuca revitalizar el mundo de vida de los adolescentes, este es un trabajo moral, emocional y espiritual que se tiene que realizar con una lógica totalmente diferente a la académica, la manera como uno reviste de sentido su vida es muy diferente a como se aprende física, química o cualquier otra asignatura académica. Algunos dicen que esto es tarea de las iglesias, yo creo que es tarea de una educacion integral laica.


 

En la preparatoria casi todos mis compañeros ya habían reprimido el impulso natural hacia la trascendencia, ya no eran concientes del Ser espiritual y vivían distrayéndose en las discos, fiestas, el sexo, la moda, la búsqueda de estatus o el poder, pero mi caso y el de unos pocos amigos era muy grave, esas distracciones que generalmente permiten a los jóvenes "pasársela bien" no me satisfacían suficientemente, asistía y compartía los momentos de diversión con mis amigos pero me quedaba muy claro que solo se trataba de eso, algo ameno y divertido pero no mas, después de eso la congoja espiritual por la trascendencia regresaba implacable, era un anhelo por el sentido trascendental que me quemaba por dentro, nada parecía calmarlo, ningún disfrute sensorial apagaba el ansia transpersonal, era un anhelo ardiente por lo divino, un camino que no me permitia apartarme de el ni descansar y me empujaba a seguir mi búsqueda como un sediento que busca desesperadamente agua, así me sentía yo, a veces mi anhelo espiritual era tan quemante que tenia que buscar una imagen, un lugar, un objeto, música o alguna otra cosa mística para calmarme, no me importaba de que tradición fuera, occidental u oriental, finalmente el ansia espiritual solo parecía resolverse en la quietud de la vivencia de la totalidad. Una vez un profesor de la preparatoria me dijo " aquí no somos hermanitas de la caridad, aquí somos científicos", pero el mundo de las iglesias no significaban nada para mi, conocía como funcionaban y sentía que no tenían ninguna relación con la experiencia que estaba viviendo, su legalismo y dogmatismo era insoportable para mi y no sentía en absoluto su necesidad. Sin espacios de apoyo y asesoria a mi búsqueda ya que ni la preparatoria, ni las iglesias, ni los grupos sociales, ni la familia tenían el espacio que necesitaba mi único punto de apoyo era yo mismo y las orientaciones que encontraba en una constante lectura que empecé a realizar sobre filosofía, psicología, misticismo y filosofía perenne. En esa época reflexione por primera vez sobre lo reduccionista, superficial y deshumanizada que era la educación, nos quitaba el corazón y nos convertía en cosa, pensé por primera vez que era necesario tener una nueva educación que atendiera la totalidad del ser humano para que floreciera en su totalidad, que atendiera principalmente los aspectos morales, emocionales y espirituales del ser humano y no se redujera a un entrenamiento académico y cognitivo que básicamente es absorber información técnica. Empecé a considerar una educación que se construyera sobre la relación humana donde el currículo fuera la vida tal como la vivimos, los jóvenes que florecieran en esta educación ya no sufrirían lo que yo había vivido.

    

    Pase cinco años de los 17 a los 22 como vegetariano, me refugie en una practica espiritual sumamente estricta que incluía hata yoga, meditación zen, ayunos intensos y estudio intensivo de filosofía perenne, con 1.85 mts de estatura llegue a pesar 69 kilos. A los 18 años ya había dejado los grupos esotéricos e iniciado un camino propio de autoindagacion, mi interés era exclusivamente la espiritualidad interior y universal no el esoterismo, lo paranormal o las iglesias, con la ayuda de la filosofía perenne había definido la espiritualidad como todo aquello que nos mejora como seres humanos, que nos hace mas autónomos, mas libres de dogmas y manipulaciones, mas maduros para responsabilizarnos de nuestros actos, mas accesibles para convivir y respetar a los demás y mas éticos para vivir con dignidad. Había asumido la responsabilidad de mi propia transformación espiritual, había obtenido el discernimiento de que el único responsable de mi camino espiritual era yo mismo. Intensifique mi practica meditativa formal a dos veces diarias, en la madrugada y por la tarde, cada dos o tres semanas hacia ayuno de fin de semana con lo cual mi sensibilidad aumentaba, mientras meditaba las campanadas de una iglesia cercana me recordaban que allá afuera existia un mundo que no debía olvidar.


 

La practica de la meditación zen se convirtió en mi camino para conocerme a mi mismo, sanar mi congoja espiritual e ir al encuentro de la base divina, además mi situación era incomprensible para que otros me ayudaran, el profesor me veía como cosa rara y se alejaba, el psicólogo interpretaba toda mi espiritualidad como pura ilusión y me pedía adaptación, el religioso me solicitaba que me declarara culpable y pidiera perdón, el esotérico me mandaba a extrañas regiones mágicas, etc., me quedaba claro que en realidad estaban peor que yo, que ninguno de esos lugares tenia respuestas sensatas para mi vida espiritual. Esta practica tan decidida obviamente trajo consigo sus frutos, lo primero fueron las típicas visiones y experiencias con sonidos, luces y sensaciones místicas, muchos sueños arquetípicos a los que Jung llama grandes sueños y otras cosas raras que generalmente asustan a la gente, la filosofía perenne señala que no debemos darle valor a estas cosas ya que más bien son una distracción del verdadero propósito, así que no les di ningún valor sino mas bien reconocí que podrían ser un peligro porque tienden a levantar la vanidad del meditador. Al margen de estas sensaciones que generalmente derivan del descondicionamiento de la mente empecé a tener momentos de paz sumamente esclarecedores, experiencias de bienaventuranza donde experimentaba una inefable sensación de bienestar global que a veces apenas podía soportar, mucha claridad y luz donde tenia la visión de que todo era perfecto. Me di cuenta entonces de la importancia de la paz interior, la verdadera comprensión solo viene cuando hay paz, la paz es el prerrequisito de la comprensión espiritual, si no hay paz el discernimiento no puede funcionar correctamente. En esos años la practica meditativa me proporciono la paz y la ecuanimidad necesaria para que mi conciencia tuviera una gran claridad y poder establecer orden interno, vislumbrar cual era mi verdadera naturaleza y mucha certidumbre interior que la vivía como seguridad en mi mismo.

    

    Desde mi abandono de los grupos esotéricos un grupo de amigos que había conocido en diferentes espacios me había seguido en mi decisión de un camino espiritual independiente, era un grupo de 10 jóvenes de entre 17 y 22 años que ya compartía conmigo mi concepto de espiritualidad, se convirtieron en mi grupo, mi shanga, mis hermanos espirituales, nos dirigíamos nosotros mismos, no teníamos una autoridad que nos mandara, era maravilloso tomar nuestras propias decisiones, nos reuníamos y dialogábamos libremente sobre diferentes temas espirituales, nuestro ambiente se completaba escuchando música clásica, cantando canciones de Joan Manuel Serrat , tocando guitarra y leyendo sobre filosofía perenne. En 1978 escribí una obra de teatro que titule la "Crisis del hombre" que trataba sobre como la humanidad se encuentra perdida en el laberinto de las ideologías que le prometen la salvación pero solo la manipulan, los personajes eran: el capitalista, el comunista, el religioso, el esoterista, el intelectual, la humanidad y un personaje blanco que representaba la voz del verdadero ser espiritual, la obra gusto mucho a mis amigos y se formo un grupo de teatro que represento la obra durante años, esto sirvió para unirnos mas ya que seguía siendo claro que el objetivo principal de estar juntos era ser una comunidad espiritual.

    

    En 1980 mis amigos y yo tomamos una decisión muy radical, abandonaríamos nuestros hogares y estableceríamos una comunidad espiritual más formal, así que rentamos una gran casa y nos fuimos ha vivir juntos para dedicarnos mas intensivamente a la practica meditativa, este experimento solo duro seis meses, pero fue un tiempo sumamente creativo, se produjo música, literatura, poesía, escultura, etc. Como casi no teníamos muebles todo lo hacíamos sobre el suelo, dialogábamos sobre el sentido de la vida, meditábamos juntos al lado del incienso de sándalo y la música oriental o clásica, varias veces los mas osados nos fuimos como mochileros a la aventura una vez hasta Tijuana, a veces la noche nos encontraba en la carretera pidiendo un aventón y disfrutábamos de la aventura y las cosas intrépidas, nuestras familias nos toleraban porque no hacíamos daño a nadie pero nos veían con natural preocupación. Para mí fue una época para resumir, reflexionar sobre ella, terminar con una etapa y comenzar con otra, fue un espacio muy importante para tomar decisiones sobre lo que seria el resto de mi vida. En ese tiempo viví el silencio como nunca antes y sentí que me simplifico, comprendí que la simplicidad es el resultado del verdadero conocimiento o sabiduría. A fines de 1980 el grupo se empezó a disolver, después de casi tres años de juntos reflexionar sobre nuestra vida espiritual llego el momento de concretar y sacar conclusiones, además ya habíamos crecido y dejado la adolescencia, éramos más maduros y nuevos intereses habían llegado, tomamos caminos diferentes y ya no los volvi a ver nunca mas. Por mi parte la espiritualidad se convirtió en la esencia de mi vida y trabajo, la necesidad de una educacion integral era fundamental.

    

    A fines de 1980 empecé a trabajar como profesor de educacion física en una escuela primaria y en 1981 ingrese a la facultad de psicología de la Universidad de Guadalajara, estos dos hechos marcarían el inicio de la construcción de mi obra educativa y filosófica madura. Mi ingreso a los 20 años al mundo de la educacion fue iluminador, mi encuentro con los niños primero y después con los adolescentes de secundaria fue sumamente gratificante y revelador y definió las bases de la educacion holista. Después de haber sufrido una educacion deshumanizada lo primero que hice con los niños de primaria fue tratarlos como seres humanos, escucharlos y respetar su dignidad, este simple acto genero un ambiente sumamente significativo. En la facultad mi encuentro con los positivistas representados por los conductistas me estimulo a trascenderlos y concretar una visión holista del ser humano que unos años mas tarde haría publica al establecer la Fundacion internacional para la Educación Holista, con ello iniciaría un movimiento nacional e internacional y una nueva etapa de mi encuentro con la espiritualidad universal.

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